viernes, 31 de agosto de 2012

(micro)Historia de la socialdemocracia en Argentina


 
La relación de las organizaciones socialdemócratas europeas –especialmente la Internacional Socialista- con sus pares de Argentina no estuvo exenta de dificultades y desconfianzas mutuas. 

Desde su fundación, en los años cincuenta, se vincularon primero con el Partido Socialista, sin embargo, las constantes divisiones y su escaso peso político y electoral, desanimaron a los europeos. Con el peronismo la cosa no fue más fácil. Perón era visto por los socialdemócratas de su tiempo como una rémora del fascismo. Además, el peronismo clásico prefirió aliarse a dictadores latinoamericanos (como Stroessner o Somoza) antes que con partidos europeos y de izquierda a quienes caracterizaban como “extranjerizantes”. Los radicales aun no aparecían en la agenda, entre otras cosas, por su falta de influencia en los sindicatos, cuestión que los alejaba del paladar socialdemócrata.  

Recién a fines de los setenta la situación comenzó a revertirse. Una generación de prestigiosos líderes socialistas, entre los que estaban Willy Brandt, Olof Palme, Françoise Mitterrand, Mario Soares y Felipe González, fijó su atención en América Latina y por ello otra vez en Argentina, donde la dictadura militar había logrado unificar el repudio de la izquierda europea. Esta vez el objetivo fue sumar a los radicales, aunque sin perder la esperanza de integrar a los peronistas, de quienes valoraban su relación con los sindicatos. Incluso se evaluó –y rechazó- el pedido del Partido Intransigente para formar parte de la internacional socialdemócrata.

Por esos años, la UCR edificó su relación con los socialdemócratas europeos a través de Hipólito Solari Yrigoyen y un poco mas tarde con Raúl Alfonsín y los jóvenes de la Coordinadora. Sin embargo, eso fue resistido por el balbinismo y luego por el delarruismo. El renunciado ex presidente solo cambió de opinión poco antes de las elecciones de 1999, cuando concurrió a una reunión de la Internacional buscando oportunas fotos con jefes de estados europeos. 

Paralelamente, los primeros pasos del peronismo hacia los socialdemócratas vinieron de los Montoneros, sobre todo, a través del PSOE español y de los socialistas suecos.

La vuelta de la democracia centró la atención y los recursos en el radicalismo alfonsinista casi con exclusividad. Esto alejó al PJ que, ya bajo el liderazgo de Carlos Menem, asoció al partido con la democracia cristiana internacional, tradicional rival de la socialdemocracia y más afín al perfil social cristiano del peronismo.

El kirchnerismo significó otro cambio en la historia del peronismo. En tiempos de la transversalidad, Nestor Kirchner proclamó su deseo de integrar la Internacional Socialista, como un paso más para mostrar el cambio de rumbo y, de paso, seducir a grupos políticos e intelectuales esquivos al PJ. Incluso viajó a Londres a un foro de partidos progresistas liderado por el laborista Tony Blair. Por todo ello, el PJ fue expulsado de la democracia cristiana internacional. Sin embargo, también los vínculos de peronistas y socialdemócratas se resquebrajaron más a medida que el kirchnerismo se fue acercando al eje La Habana-Caracas y hoy apenas se restringen a algunos partidos latinoamericanos.

La socialdemocracia europea, como al inicio, volvió a posar su interés en los socialistas. A diferencia de los años cincuenta y sesenta, estos han logrado unificar su partido, articular alianzas más amplias y aumentar el caudal electoral. La candidatura de Hermes Binner es la nueva esperanza de los socialdemócratas para construir un puente progresista entre ambas partes del atlántico.

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