viernes, 22 de enero de 2010

Parole, parole, parole.................

Emocionada por el piropo –¡genia!, le gritaron- CFK no pudo contenerse y las palabras brotaron de ella, una vez más, sin pasar por el filtro de uno de los centros nerviosos constitutivos del encéfalo y situado en la parte anterior y superior de la cavidad craneal (comúnmente llamado cerebro).

El sentido de las palabras nunca fue el fuerte de los Kirchner. Para ellos, como buenos políticos posmodernos, lo importante es el medio, el impacto, lo efímero, lo que hoy se dice y mañana se desdice. En ese mundo entre Marx y Sui Generis –donde todo lo sólido se desvanece en el aire como pompas de jabón – las palabras no significan nada. Son cáscaras vacías que transportan las ansias de poder por el camino más eficiente que se encuentre.

El sentido de las palabras nunca fue el fuerte de los Kirchner. Seguramente por eso no sorprende que lo aquí relatado haya sucedido en la sede de la Biblioteca Nacional, paradojicamente, el lugar donde se atesoran, se guardan y se trabaja con las palabras dichas y escritas.

Todo comenzó cuando alguien del público le arrojó el admirado “¡genia!". Al instante, CFK tomó el halago ubicándolo en la tradición mitológica de la literatura fantástica. Así, afirmó que de ser “una genia”, haría desaparecer a varias personas. Claramente la frase no podía ser más desafortunada en el mundo real. Incluso, superaba en su brutalidad a la del secuestro de los goles, ya que, en esta ocasión, se colocaba a ella misma como la desaparecedora (y no al temible Futbol de Primera).

Si bien no hay una definición única ni un consenso de los "especialistas" – ni siquiera un testigo ocular- sobre la existencia y la actividad de los genios (los que salen de las lámparas mágicas, no los Einstein), la utilización hecha por CFK es a priori equivocada aunque, viniendo sin escalas desde su inconciente, también es una muestra de sus creencias más profundas y oscuras.

Como bien dice mi amigo Pablo Valles, y por lo que se sabe al respecto, los genios no hacen desaparecer gente. Los genios salen de una lámpara mágica (con forma de tetera) y cumplen los deseos –generalmente tres- de quienes la hubieran frotado inmediatamente antes. Como agradecimiento por haberlos liberado, los genios hacían aparecer cosas a pedido del afortunado frotador. Aladino es, quizás, el más famoso de ellos.

Por el contrario, los que hacían desaparecer a algunos (como desearía hacer CFK) eran los brujos, justamente, como algunos personajes históricos del partido de la señora presidenta.

En fin, quizás hubiéramos esperado de una presidenta progresista que, de haber salido de una lámpara mágica, en vez de desaparecer gente - y convertirse en bruja- hubiese hecho aparecer a Julio López -y ser genia, al menos una vez-.

PD: La palabra "genio" pertenece a los nombres ambiguos, es decir, que puede ubicarse en los dos géneros. Se puede decir el genio o la genio, pero no “genia”. Ni aun en la Biblioteca Nacional.

martes, 12 de enero de 2010

Historias (It´s Only rock´n roll, but they like it)

Si bien mi área de trabajo es América Latina, hace un mes que estaba con ganas de escribir sobre Camboya. Durante los años setenta, en esa zona de Asia, se consumó uno de los genocidios más terribles en nombre del socialismo (maoísta, en este caso). Con la ayuda china y la tolerancia de EE.UU. –aliados de los chinos en su pelea contra los soviéticos- el Partido Comunista de Camboya (conocido como los khmer rojos y liderados por Pol Pot), tomaron el poder del país asiático a punta de pistola cuando corría el año 1975.

Apenas tres años después, habían eliminado una cuarta parte de la población, casi más de dos millones de personas. Como muchos otros, este genocidio nunca fue debidamente investigado y sus responsables no fueron juzgados.

Hollywood reflejó el caso en una de sus películas, la triplemente “oscarizada” The Killing Fields, aquí conocida como Los gritos del silencio que contó con la actuación de John Malkovich y la música de Mike Olfield. Más recientemente se puede mencionar el debut como Director y guionista de Matt Damon con Ciudad de Fantasmas, ambientada en la Camboya revolucionaria.

Cuando el sábado abrí el Diario Perfil, observé que Pepe Eliaschev me había ganado de mano y su columna semanal estaba dedicada a la historia de Camboya en los años setenta. Debo admitir que al verla, sentí una reivindicación intima. Y es que cuando anuncie a un par de amigos que iba a escribir sobre Camboya, arrojaron todo tipo de comentarios maliciosos sobre las cosas en que gasto mi tiempo. Así, me remito a su artículo para muchos de los detalles de una historia sobre la que no voy a abundar en este post.

En cambio quisiera contar una historia más pequeña, también transcurrida en ese país, con la que me topé hace poco tiempo y que fue la disparadora de mi interés y este post. Todo comenzó cuando descubrí un grupo musical oriundo de la ciudad de Los Ángeles, llamado Dengue Fever. Los escuché por primera vez en el programa Later... with Jools Holland por el canal de cable Films & Arts y de ahí, rápidamente, me aboqué a conseguir sus discos.

La música de Dengue Fever tiene un estilo indie con influencias rockeras y psicodélicas de los años sesenta. El dato llamativo es que son liderados por una cantante camboyana que canta en idioma Kmher. Entre sus canciones reversionan algunos clásicos de la música camboyana y sus composiciones vocales incluyen melodías típicas de la región.

Leyendo más al respecto, me enteré de la particular historia del rock en Camboya. La cosa comenzó así: Como parte de la estrategia militar en Vietnam, EE.UU. instaló radios de gran potencia en la zona. Muchas de estas ondas llegaron a Camboya, país fronterizo con Vietnam y comenzaron a ser escuchadas masivamente por la población.


El efecto inmediato fue una explosión de la música rock occidental entre los jóvenes camboyanos. Al poco tiempo, siguió la aparición de un movimiento musical de gran magnitud, el más grande de Asia en aquella época, según los especialistas. El rock camboyano combinaba las tradiciones musicales del país con la música sixtie predominante en la época, particularmente Nat King Cole, Jimi Hendrix, Phil Spector y The Doors, entre otros.

El resultado del sincretismo fue alucinante: Rostros orientales, raros peinados nuevos, vestimentas occidentales, bases musicales anglos y melodías camboyanas clásicas, todo unido en una estética que adelanta décadas al mundo de Blade Runner y puede verse como un imprevisible efecto de la invasión norteamericana a Vietnam.

Ros Sereysothea y Sisamouth (bautizado como el "Elvis camboyano") fueron los principales iconos de este movimiento que adquirió una fecundidad increíble, sólo entre ellos dos grabaron más de dos mil canciones en los siete años anteriores al triunfo de la revolución. Muchas de ellas, directamente compuestas y cantadas en inglés.

Cuando los khmer rojos tomaron el poder, arrasaron con todo. Como toda teología revolucionaría, no admite matices. El hombre nuevo debía estar libre de la cultura corrupta de Occidente y sus representantes. Y fueron eficientes en esa tarea. Prohibieron cualquier expresión artística que no fuera la vinculada a la “tradición” revolucionaria, para eso destruyeron discos, instrumentos, estudios de grabación y, por supuesto, exterminaron a todos los músicos, a sus familias hasta a quienes usaban el pelo largo o vestimenta occidentalizada.

Sisamouth fue fusilado y Sereysothea forzada a cantar canciones revolucionarias, luego obligada a casarse con uno de los comandantes revolucionarios. Sobre su destino poco se sabe aunque se cree que su marido la envió a los campos de exterminio que existían en el interior de Camboya, donde habría sido fusilada.

Sin embargo, ningún Estado, por más eficaz que sea su burocracia del terror, puede lograr el control completo sobre la vida de una sociedad y eliminar su memoria por completo. Y este caso fue una muestra más de eso. Los que pudieron exiliarse llevaron sus discos consigo, lo que permitió posteriormente recuperar gran parte de la historia. A su vez, un turista norteamericano difundió en su país un cassette recopilatorio que compró en un mercado de Phnom Penh (capital de Camboya) y años más tarde eso dio comienzo a la ola.

En 1996, con ese material, el sello Parallel World lanzó Cambodian Rocks. Los cassettes originales sobre los cuales se basó la recopilación no incluían información sobre los artistas, títulos de las canciones o fechas de grabación, por lo cual poco se sabe sobre ellos. Dengue Fever tambiún fue producto de esto y su aparición consolidó el interés sobre aquel malogrado movimiento rockero que, de este modo, logró un importante lugar en la escena alternativa de Los Ángeles, pero, sobre todo, en la comunidad camboyana en EE.UU. y en el mismo país asiático.

Además, el cine y el video volvieron a la carga. Se filmó una película sobre la escena rockera camboyana antes del genocidio: Don't Think I've Forgotten, como también un cortometraje sobre su principal figura, Ros Sereysothea, The Golden Voice y, finalmente, el documental de la banda Dengue Fever, Sleepwalking Through The Mekong.

Hoy nuevamente las disquerías de Phnom Penh están repletas de trabajos de aquellos viejos músicos. Si bien son más populares entre la gente que vivió (o sobrevivió) la época, en los últimos tiempos han vuelto a triunfar entre los jóvenes a partir de remezclas que los incluyeron en la música rap o hip hop y de bandas nuevas como la mencionada Dengue Fever.

Los que hacemos Historia como práctica profesional apelamos a un conjuntos de reglas y métodos que sostienen nuestra pretensión de veracidad y cientificidad sobre el estudio del pasado. Sin embargo, a veces, también podemos actuar como anticuarios de pequeñas historias, coleccionistas de acontecimientos y vidas que, en su difusión y relato, encuentran una ayuda para triunfar sobre la adversidad y resistir al olvido y la desmemoria a las que alguna vez quisieron condenarlas.

Para escuchar y ver

Tiger Phone Card por Dengue Fever (en inglés).

Chamoun Dop-Pramp Muy por Ros Sereysothea (En khmer. También hay una excelente version de Dengue Fever).

miércoles, 6 de enero de 2010

En boca cerrada no entran disidentes

Luis Yáñez Barnuevo, dirigente del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), escuchaba con una mezcla de incredulidad e indignación contenida. Apenas descendido del avión que lo llevó al pequeño país latinoamericano, las autoridades le hicieron saber que el dictador de turno lo había declarado “persona no grata” y debía marcharse de inmediato por donde había llegado.

Las causas eran obvias, el político español deseaba ingresar en Uruguay, entre otras cosas, para mostrar su solidaridad con los presos políticos, entre ellos, a Liber Seregni, líder del Frente Amplio y encarcelado por su oposición a la dictadura. Por motivos similares el General Pinochet también había prohibido su entrada al país andino. Sólo pudo cumplir su misión en Argentina donde la Junta Militar gobernante -jaqueada por la presión internacional- no necesitaba un escándalo de este tipo.

Corría el año 1979 y Luis Yáñez Barnuevo se había embarcado hacia el cono sur de América Latina - enviado por Felipe González y Willy Brandt- con el objetivo de realizar un informe de la situación política y mostrar el apoyo de la Internacional Socialista con los perseguidos políticos y sus familiares.

La tarea del español –hoy eurodiputado- fue de suma importancia para que los partidos políticos europeos y sus dirigentes endurecieran sus posiciones frente a los gobiernos militares, presionándolos para que revean sus políticas de violaciones a los derechos humanos.

Más de 31 años después, Yáñez Barnuevo volvió a vivir una situación similar que, seguramente, reavivó algunos de estos recuerdos en un curioso deja vu: Hace pocos días el gobierno cubano le negó la posibilidad de entrar al país sin otorgarle mayores explicaciones. Los motivos, sin embargo, pueden suponerse: Yáñez Barnuevo mantiene una posición crítica sobre el régimen de los Castro y ha manifestado públicamente su rechazo al trato que reciben los opositores en la isla.

A diferencia de lo ocurrido en Uruguay tres décadas antes, la guerra fría ya no existe y el mapa político de América Latina – con pocas excepciones- muestra un predominio de gobiernos democráticos. Además, las circunstancias de su viaje eran muy diferentes: el dirigente del PSOE poseía una visa turística emitida por el propio gobierno cubano y se encontraba en compañía de su esposa, sin ningún tipo de agenda política prevista.

Paradójicamente, la expulsión tuvo lugar días después que España asumiera la presidencia de la Unión Europea. Uno de los objetivos proclamados por los españoles es promover un cambio en la política hacia Cuba, buscando mejorar el diálogo con el régimen castrista.

En este sentido parece haber un doble rasero para juzgar estas acciones según en que países se produzcan. La tolerancia con estas medidas autoritarias –como el silencio de amplios sectores políticos frente a la represión del Estado iraní contra la oposición - se sostiene en una visión anacrónica de la geopolítica actual, aun anclada en los conflictos bipolares de mediados del siglo XX. Pero, sobre todo, subyace la idea que existe un “buen autoritarismo”, - aquel que coincide con mis ideas- y uno malo, el que las persigue.

En momentos en que la integración económica y tecnológica no deja de avanzar, es hora que comience un movimiento similar para globalizar la democracia. Para esto resulta imprescindible crear espacios supranacionales de representación que consoliden la idea de una ciudadanía global con derechos comunes y capacidad de incidencia en temas claves de la agenda global como la crisis financiera, el cambio climático y el combate contra la pobreza.

Mientras tanto, como tiempo atrás, la presión internacional sigue siendo una herramienta valida para quienes creen que las violaciones de los derechos humanos son apenas algunos daños colaterales en su fuga hacia al paraíso.