viernes, 16 de julio de 2010

En defensa de Holanda

No me gusta la correción política. La existencia de este blog es una prueba de ello. Sin embargo, no toda la correción política que nos rodea es de la misma calaña. Algo peor que la corrección política que se observa en medios de comunicación, en el mundo del arte y entre políticos e intelectuales, es la aplicada en el futbol. Me refiero particularmente a los periodistas deportivos que se especializan en quedar bien, en trabajar permanentemente su imagen con comentarios justos, equilibrados, pluralistas y que hacen esfuerzos por encontrar siempre la frase justa que los coloque en el podio de los campeones morales.

Ellos me parecen lo más insoportable del ambiente futbolístico, aun más que los que hacen de malos. Ellos no, ellos trabajan de buenos. Les pagan sus sueldos los malos (comparten estudio con bufarrones y empleados de Grondona), pero ellos son buenos, independientes, libres y guiados por el espíritu de Dante Panzeri (del que poseen el franchising exclusivo y todos sus libros, bien acomodados en la biblioteca junto a las obras completas de Sócrates).

Víctor Hugo (si, el de los miserables) el ruso Verea, Varsky, Bonadeo y sus paquitas de Despertate, todos los de TN -sobre todo Sergio Gendler- y el panelista de programas de chismes de la farándula Chavo Fucks. También incluyo en este colectivo a los seudoperiodistas de Canal 7. Estos últimos, curiosamente, coincidían en un todo con sus rivales de la TV privada y en especial los del vituperado monopolio. Entre ellos, debo mencionar a Diego Latorre, quien abandonó la dirección del cabaret bostero por la filipina moralista. Y que decir de Pagani, habitante de todos los lugares comunes que existieron, existen y existirán en el periodismo deportivo.

Como dice mi amigo Pancho, en cada una de sus intervenciones empieza como Alain Touraine y termina como Sanfilipo. Eso si, si pones 3 delanteros, y “hacemos la nuestra” firma lo que venga. Sin duda, Pagani es el Aldo Ferrer del futbol.

La cosa es que todos a la vez, se la han agarrado con el equipo holandés, a quien llenaron de críticas por su desempeño frente al ahora campeón España. Los argumentos fueron variados, pero hay uno en que todos coincidieron. Holanda traicionó. Abandonó su esencia. Cambio. No hizo lo que siempre hacía. No hizo fulbito o jogo bonito o naranja mecánica. Holanda cometió un pecado imperdonable para los hijos putativos del menottismo (sin Menotti): marcó, se defendió, puso, pegó y pegó, incluso, hasta desleal y descalificadoramente.

Al momento de arribar la selección holandesa a Ámsterdam tuvo una recepción sin público. Esto llevó a nuestros inquisidores futbolísticos a aventurar que el pueblo holandés estaba poco movilizado porque la selección perdió jugando un estilo que no es el de ellos. La falta de calor popular es el indicador más importante en la teoría de la corrección política. Mientras los nuestros murieron con las botas puestas y por ello fueron recibidos por miles de personas, los pobres holandeses -solos y tristes en el aeropuerto de Shiphol- pagaban la herejía cometida y el olvido a las tradiciones prescriptas por San Cruyff, patrono de las finales perdidas, con la indiferencia popular.

Sin embargo, lejos estaba de suceder lo deseado por la logia de la corrección futbolera. El recibimiento popular para los jugadores holandeses –magníficamente realizado en los canales de la ciudad- estaba previsto para el día siguiente y fue realmente organizado, masivo y –sobre todo- elegante.

Pues bien, El Explicacionista va a defender a Holanda. La incorrección política no paga, pero alguien tiene que hacerlo. La acusación sobre el equipo holandés se sostiene en una máxima argentina (no en la bella Zorroguieta): cambiar está mal. El cambio es una traición en si misma. Se debe insistir aunque la realidad muestre que el camino es incorrecto. La coherencia es insistencia en el error. Eso es morir con la nuestra. Eso es así en la política, en la música, en la literatura y también en la política. Típico. “Yo lo seguía cuando no era nadie, pero ahora cambió, se vendió”. “Ese hace 20 años era radical y ahora se hizo peronista”.

Yo defiendo el cambio. Incluso el cambio brusco. Como dice Javier Marías, mientras se pueda ver el trayecto, entender el motivo, el cambio no es un estigma, por el contrario, es algo positivo.

En mi opinión la cosa fue así. Holanda evaluó – humildemente considero que, en forma acertada- que haciendo su juego habitual no tenía chance de ganar el partido. Jugando de igual a igual, en un estilo abierto y ofensivo, España era indudablemente superior. Por lo tanto, era necesario plantear un esquema distinto, que corte el circuito de creación española y los desmoralice. Así como digo que los españoles son talentosos, hay que reconocer que también son un poco gélidos de carácter, por no decir pecho fríos.

La personalidad del arbitro, la localía, el clima, el estado de la cancha, la presión de la prensa etc., también son elementos que debe prever una buena táctica y estrategia. Por ejemplo, tener una lista con referencias sobre el lugar donde patean los penales los jugadores rivales, para el caso de una definición desde los 11 pasos. Eso no es reglamentario, pero puede darte el paso a la semifinal de un mundial, como todos recordamos en el 2006.

Es decir, cuando un cuerpo técnico prepara una estrategia para sus jugadores también debe tener en cuenta cuestiones que no son las estrictamente incluidas en el reglamento pero, que en determinadas circunstancias, pueden ser decisivas para el desarrollo del juego.

Cualquier juego se compone también de las cosas no permitidas. Las faltas son también parte del juego. El adelantamiento de la barrera o del arquero en el penal, las simulaciones (la mano de Dios) etc., también están incluidas en la práctica del fútbol o de cualquier deporte. Uno podrá pensar lo que quiera de estas maniobras, pero están previstas en el reglamento. Al ser nombradas en la legislación que regula la práctica del deporte, la FIFA las reconoce, existen. Podríamos decir –tomando el ejemplo presentado por los sociólogos March y Olsen- que el juego se compone de reglas formales e informales y que quien quiera ganar el partido, debe recurrir a una exacta combinación de ambas.

Además, el reglamento del futbol no es la Biblia. No tiene contenidos morales ni prescripciones conductuales vinculadas al deber ser. Simplemente, estipula que cosas se pueden hacer y cuales no y que beneficios y castigos deben recibir quienes recurran a unas u otras. Y los jugadores eligen –constantemente- entre ellas, tratando de obtener los beneficios y evadir los costos que cada elección implica. A veces lo logran (la mano de Dios, a veces no (el doping del 94).

Los holandeses contaban que muy probablemente el arbitro querría terminar la final con 22 jugadores en la cancha y estaría remiso a expulsar. Además, también sabían que era inglés, y que el juego en esa liga es mucho más fuerte y brusco que en otros países. También podía asumirse que estaría abrumado por la responsabilidad y las fuertes críticas que venía sufriendo el arbitraje en todo el certamen. Por ello, apenas comenzado el partido lo probaron haciendo faltas fuertes para observar su respuesta frente a ellas. Los holandeses actuaban como una computadora, absorbiendo información para poder desarrollar más eficientemente su estrategia.

Así fueron cortando el juego y limando el ánimo de los españoles hasta el punto de anularlos y casi derrotarlos con dos “mano a mano” imperdibles (como el de Caniggia frente a los brasileños en el 90) y que Robben definió como la tía de mi amigo Gustavo. Si contamos las jugadas de real riesgo durante el partido, Holanda ciertamente tuvo más que España.

Pero al tomar estos riesgos y errar en sus oportunidades, hay que contar con que el margen de error es grande y Holanda lo pagó con la correcta expulsión de Haitinga y a partir de ahí, España recuperó la presencia y definió el partido.

Holanda fue flexible (cambio de un partido a otro su táctica); ordenado y disciplinado (todos los jugadores estaban convencidos en la cancha de ese cambio); eficiente (anuló a España durante –al menos-105 minutos-) pero falló al no aprovechar sus ocasiones. Es decir, acertó en lo más difícil (el cambio de estilo de juego) y falló en lo que mejor hace (la definición por parte de sus hábiles delanteros).

España fue un justo ganador y Holanda debe ser felicitada por la capacidad estratégica, táctica y la forma en que sus jugadores se aplicaron al objetivo común, aunque esto afeara sus producciones y pergaminos individuales. Pero para nuestros amigos políticamente correctos, la táctica no es nada, morir con las botas puestas es todo. La táctica es la jactancia de los intelectuales.

1 comentario:

Andrés dijo...

Brillante!