miércoles, 16 de junio de 2010

Crónicas desde Japón (II). La vida desde el Gran Hotel Okura

Siempre pensé que viviría muy cómodo en un hotel de lujo. Como Alan Shore en Boston Legal. Él afirma que viviendo en un hotel puede irse cuando quiera. En mi caso, es por razones diferentes a las del cínico personaje que interpreta James Spader. Me encanta la idea de un lugar lindo, siempre limpio, perfumado y ordenado, con cambio de sábanas y toallas diario, donde te atienden permanentemente y todo está planificado para servirte como si fueras el centro del universo. De ese pequeño y lujoso universo.

Es una pretensión burguesa, no lo niego, ni me avergüenzo de ella. Si tuviera el suficiente dinero, sin dudarlo, hubiera vivido mucho tiempo en algún lujoso hotel de varias estrellas y muchos pisos. Recuerdo un NH en Madrid hace varios años, ya tenía consola de Play Station en el cuarto. Una vez que Aerolíneas me dejó 5 días varado en España, me enviaron a un aeropuerto cercano a Barajas que era un verdadero palacio. Cada habitación poseía una suerte de despacho en estilo clásico donde mi trabajo parecía más eficiente y lucido. La residencia Obispo Fonseca en Salamanca fue es un capítulo aparte en mi vicio por los hoteles de categoría. Un edificio medieval monumental, reciclado y con puesta de lujo, aunque sin perder cierta minimalidad propia del estilo.

Entonces, por todo lo dicho, los tres días que la organización del congreso me costeó en el Kyoto Okura Hotel, representó una pequeña parte de ese gran sueño concretada una vez más. El Okura está en la parte céntrica de la ciudad y dentro de él, además de los consabidos negocios de marcas caras, también posee una entrada/salida de la estación del subte (metro), lo cual lo hace de fácil acceso.

Apenas se ingresa al hall central, un número indeterminado de personas –empleados del hotel- se acercan tratando de ayudar al recién llegado. Es imposible decirles que no. En el front desk, te dan la llave, los tickets de desayuno y de ahí al cuarto 1707, en el piso séptimo. La habitación era enorme, además, con un plasma de gran tamaño, Internet, vista a una montaña cercana y mucho espacio.

Igualmente no es demasiado lujoso a pesar de contar con sauna y piscina en las instalaciones. Después de varios días de ver y andar, me inclinaría por la idea que los japoneses no son muy fanáticos del lujo y la ostentación. Funcionalidad, eficiencia y tecnología pero sin la ostentación que hacen gala los europeos. Otro ejemplo, los trenes de alta velocidad. El Nosomi y el Hakari más rápidos y precisos que la mayoría de los europeos, no poseen comodidades más allá de las mínimas.

Kyoto, además, es una ciudad segura y muy bien conectada. Los taxis son un caso aparte. Señoriales, con el volante del lado contrario al nuestro, como en los autos ingleses. No son caros. El chofer esta vestido como un piloto de avión, en ocasiones, lleva puestos guantes blancos. Guantes y barbijos, dos elementos bastantes comunes en la geografía humana de los japoneses.

Volviendo al Hotel. Lo que debo decir que me impactó del Okura fue su baño. Grande, con ducha y una bañera enorme. Grifo de gran chorro de agua caliente para baños de inmersión. Pero, sobre todo, el inodoro me resultó un objeto fetichesco. ¿Que puede tener un inodoro de extraordinario a esta altura de los acontecimientos? Es un inodoro inteligente. Mejor ver las fotos y evitar el chiste fácil.

Todo en uno (inodoro y bidet) y manejado por botones. Se regula la velocidad del chorro, la temperatura y el estilo (lluvia o chorro vertical). Además se regula la temperatura de… la tabla!. En otro modelo también se direcciona la orientación del chorro. En los trenes y estaciones, hay dos modelos de baño: El occidental y el japonés. Este ultimo sin inodoro y con un agujero similar al de los viejos baños de los colegios.

El desayuno es otra parte de la magia de los hoteles internacionales. La gula es un pecado capital pero en estos hoteles Alan Shore lograría nuestra absolución sugiriendo que la tentación actúa como un legítimo atenuante del pecado. Hay dos salones. El occidental o el estilo japonés. Mi curiosidad me llevó al japonés pero la experiencia me depositó día tras día, finalmente, en el lugar de lo ya conocido.

El desayuno podría definirse como excesivo. Omeletes, salchichas, sopas, vegetales desconocidos, arroz, pescado frito, ensaladas, croquetas. ¿Y el desayuno occidental? Bueno, también había café con leche, tés, y facturas varias. Menos más que llevé el aziatop. Todo con vista a las montañas. Cada vez que me levantaba a buscar algo del largo mostrador lleno de empleados, cada uno de ellos hacía una reverencia, sonríendo y lanzando el arigatoo gozaimasu.

La parte final del viaje es el opuesto. En Tokio me hospedo en la Weekly Mansion Akasaka, en el barrio de Akasaka. Un gran edificio que contiene minúsculos departamentos con apenas lo básico (TV para ver el mundial, Internet, kichinet etc). Con dificultad puede entrar una persona. La vista a los edificios de Tokio durante la noche es lo mejor que tiene. El baño es del tamaño de un armario y tiene un sistema que nunca vi antes: la ducha esta unida a la canilla (grifo) de la pileta. O sea que para ducharse o lavarse las manos hay que mover una perilla que habilita una u otra.

No tiene servicio de cuarto ni desayuno. Las sabanas y toallas tenes que pedirlas en el mostrador y cambiarlas por vos mismo. No tiene personal que muestre su amabilidad, es más, a las 12 de la noche ya no queda nadie y se entra al lugar con una clave individual que activa el portero eléctrico. No se si fue una buena elección. Al menos fue la más barata que encontré en medio de una ciudad cara. Lo bueno, dura poco.
(Escrito en el tren de Kyoto a Odawara, 14/06/2010 y Tokio, 15/06/2010).

1 comentario:

Maru dijo...

Que buen inodoro!!! saben si existen aqui en Argentina, vi el año pasado en la expoferretera 2009 un stand japones q los tenia en exposicion, pero la verdad no se como ubicarlos.
Si saben algo, me avisan? gracias
Muy buen informe cabe que diga.