
Las PASO
dejaron mucha tela para cortar. Los diarios, la TV, analistas y encuestadores
ya están repartiendo bancas aunque esta instancia electoral solo determinó quienes
pueden y quienes no, ser candidatos en las elecciones. En este país todos
sabemos que dos meses son una eternidad y todos deberán revalidar sus títulos en
octubre, cuando se juegue verdaderamente por los puntos. Sin embargo en este post quiero hablar de la
UCR, particularmente de la UCR de la Provincia de Buenos Aires y sus aliados.
Los
radicales están contentos con la elección nacional, y razones no les faltan. No
solo han ganado distritos históricamente esquivos, sino que han recuperado su
lugar en el espacio de “centroizquierda” o “progresista”. Incluso, en lugares
como en la CABA, lograron retener votos que en la última década iban
invariablemente para el PRO. La UCR en UNEN mostró una oferta variada y
atractiva que está cerca de triunfar en octubre. De hecho, ya hay dos
dirigentes (Prat Gay y Losteau) que pueden liderar al espacio filo radical en
un distrito que, hasta hace pocos meses, parecía un desierto.
Sin embargo
tanta expectativa solo fue empañada por los resultados de la UCR y sus aliados en
la Provincia de Buenos Aires. Las cosas empezaron mal desde el inicio, cuando se evitó una interna abierta como en la CABA y que hubiera ayudado a levantarle el perfil al espacio autodenominado progresista. Y eso continuó durante toda la campaña. Sobre todo, en lo anodino de los
discursos y en la falta de un fuerte mensaje antiperonista, necesario para enfrentar las tres opciones en que se encontraba dividido ese signo político. Y los resultados
finalmente obtenidos, hablan por sí solos.
En la conferencia
de prensa Margarita hablaba de “gran elección” y del tercer puesto obtenido que, a priori, le negaban las encuestas. Y esto continuó pasados los primeros días luego de las PASO. Margarita es una
dirigente que respeto. Honesta y capaz. Seguramente su presencia suma mucho a
un armado político. Pero no me parece que esté para liderar en la Provincia de
Buenos Aires. Además ya tuvo muchas oportunidades (candidaturas) y nunca logró despegar electoralmente. ¿Debería pelear por la intendencia de su
municipio y cambiar el perfil? Dificil saberlo. Eso quizás modificaría las
cosas.
¿Qué decir
de Ricardo Alfonsín? Aquel parecido con su padre fue el impulso inicial, pero
luego, no hubo más que eso. Ricardo se convirtió en una caricatura de Raúl. Pero el Alfonsín que se vio en la TV fue un
tipo sacado, que se peleaba con los periodistas por cuestiones menores, con un
discurso viejo, generalista y más cerca del estereotipo que se construyó sobre
los radicales guitarreros y anacrónicos.
Mientras que en los demás distritos del país los radicales se renuevan, confirman liderazgos, pelean el
poder con el PJ y se alían con otras opciones de centroizquierda, en la
Provincia de Buenos Aires perviven las viejas familias de los ochenta y que
encarnan el famoso teorema de la oligarquización partidaria de Robert Michels. Y,
posiblemente, Leopoldo Moreau, sea el ícono de lo peor de la política argentina,
incrustado en el radicalismo en forma perenne y que ha moldeado una UCR cómplice
y funcional al peronismo de turno.
Si los
radicales (y sus aliados) no se ponen las pilas y empiezan a laburar la Provincia, esto no va a cambiar.
Y laburar la Provincia no significa ir a las ciudades y pueblos del interior a visitar
los mismos comités de siempre. Hay que
entrar en el conurbano. Y es que los números no mienten. El Frente Progresista obtuvo un 6%
en La Matanza, un 5,6% en Florencio Varela, un lastimoso 3,6% (!!) en José C. Paz, un miserable 3.3% (!!) en Malvinas Argentinas,
6% en Moreno y 5,16% en Tigre. El total de votos en el conurbano fue un
8,2%, incluso, quedando por debajo de la lista de De Narváez.
Es en la
Provincia desde Buenos Aires donde se juega la presidencial del 2015. Y donde
se juega, sobre todo, la gobernabilidad de cualquier gobierno no peronista. Por los números
que acabo de mostrar se ve que el radicalismo (y sus aliados) no tienen más chance que ser testigos
de una nueva interna abierta peronista. Y esto, no parece molestarle a muchos de sus
dirigentes, que se conforman con obtener algunos concejales, diputados y senadores provinciales y cerrar acuerdos coyunturales con el peronismo.
¿Cómo explicar
que el Partido Obrero haya crecido tanto en sindicatos, movimientos sociales y sectores pauperizados
con escasos recursos (y el radicalismo no)? La única diferencia es que el radicalismo ni lo intentó, muy cómodo en los despachos de las legislaturas y ocupados en la rosca comiteril.
Queda claro que nadie puede pensarse como opción
alternativa, como espacio de poder con pretensiones de gobernar, si
apenas llega al 10 por ciento de los
votos en el principal distrito electoral del país (y si mantiene un programa y discursos anclados en los años 60). Los radicales y sus aliados deberán pensar en esto con vistas al 2015.