Pensé en
escribir este post durante el entretiempo de Futbol Para Todos. Ahí vi una
publicidad donde Martín Sabatella se rasgaba las vestiduras en nombre de la
libertad de prensa. Esto me hizo recordar mi propia experiencia con los medios
(y sin tener vínculos laborales con ellos).
En los
últimos años tuve la posibilidad de escribir en varios medios de comunicación.
Sobre todo, después de la publicación de mi primer libro. La mayoría de las
veces no fui convocado para eso, sino que partió de mi iniciativa de enviar
artículos sabiendo que era muy factible que fueran rechazados (ya que nunca
habían sido pedidos).
Sin embargo no fue así.
El primer artículo que publiqué fue en el Diario La Nación, al otro día del desastre de Cromagnon y sobre ese mismo tema. Ellos no sabían quién era yo, de donde venía ni qué pensaba. De hecho, en aquel momento yo estaba viviendo en España. Hugo Caligaris era el editor y me escribió inmediatamente diciéndome que el artículo sería publicado. En otras ocasiones volvería a hacerlo y también rechazó algunos por falta de espacio.
Lo mismo ocurrió con Perfil. Un día vi un artículo de Eduardo Valdez que daba para debatir y les envié una respuesta. Igual que con La Nación, lo publicaron valorando el contenido por sobre el firmante a quien no conocían.
Con Clarín pasó algo similar. El diario de la “corpo” publicó un artículo de Ezequiel Adamovsky que me movió a responderle. Ese día compre el diario y en la página 2 busqué el mail del editor (Ricardo Roa). Escribí un artículo y se lo envíe. Al rato, Roa me devolvió el mensaje. Allí me decía que le gustó el artículo y que estaba esperando que lo publicado anteriormente por Adamovsky abriera algún debate. En el mismo email me pasó el dato de un editor del diario con el que coordiné la publicación.
Del mismo modo actué con Página 12. No recuerdo bien el motivo del artículo, pero sí que tenía que ver con algún debate historiográfico de los iniciados públicamente por Luis A. Romero. No era en su defensa ni justificando sus palabras. Conseguí el email del responsable de la sección, Fernando Cibeira y le envíe un artículo.
A diferencia de los editores de los diarios de la “corporación mediática” me respondió que no le gustaba la posición adoptada en el artículo. Yo le dije que no me importaba si lo publicaba junto a otro que me criticara, ya que el motivo era, justamente, abrir un debate.
Su respuesta fue más cortante aún: “su” Diario no era el lugar para mostrar mis ideas. Las ideas que no eran las de él no debían ni publicarse. Además en su opinión, Romero era "el gorila mas grande del universo".
Supongo que cuando los fondos oficiales se terminen y muchos propagandistas deban enfrentarse a la falta de capacitación y profesionalidad, solo les quedarán dos caminos. El primero será autocriticarse por lo hecho y tratar de obtener algún trabajo honesto donde aplicar lo aprendido. En su defecto, el segundo camino será venderse al próximo inquilino de la Casa Rosada.
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