viernes, 18 de julio de 2014

AMIA (I)

Hace 20 años, cuando todo sucedió, yo estaba durmiendo en mi casa.

Me desperté con la explosión.

Hoy me parece recordar que el sonido no fue tan fuerte. Algo así como un ruido sordo.

Seguramente, desde más lejos se escuchó como se espera que suene una explosión de esa magnitud. Pero a menos de 50 metros del epicentro, el único ruido que recuerdo es el de vidrios rompiéndose. Lo más inquietante (entonces) fue que el edificio tembló. Durante unos segundos todo se movió como si fuera un terremoto.

Me agarré del costado de la cama con las dos manos y me recuerdo deseando que eso que estaba pasando no continuara. Me quedé quieto. Después del temblor solo hubo silencio.

Unos minutos después mi vieja entró a la habitación. Me dijo que iba a bajar a ver qué había pasado. Ingenuamente agregó que quizás explotó algo con gas. Lo verdaderamente ocurrido todavía era impensable.  

Pasaron unos minutos y mi mama volvió. Esta vez con la cara desencajada, y la noticia. Bajamos rápido los dos. El panorama era tremendo. No se cómo será una ciudad después de un bombardeo, pero la calle Tucumán al 2200 no debía estar muy lejos de eso.

Nos paramos en la vereda, mirando hacia Pasteur. Como si estuvieramos de visita en otro mundo, en uno que no era el nuestro. Lo recuerdo hasta hoy. Gente herida deambulando, gritos, descontrol. Intenté llegar hasta la esquina, pero cada metro más cerca, el panorama era peor.   

De repente alguien gritó “hay otra bomba” y todo el mundo comenzó a correr hacia Uriburu. Fue como una estampida. Todo era posible de creer. Agarré a mi vieja y corrimos también. El piso estaba lleno de vidrios.

Fuimos hasta la Avenida Corrientes y nos metimos en el primer bar que se nos cruzó. De ahí recuerdo que llamamos a la familia para decir que estábamos bien. Algunos ni sabían lo que había pasado.

En el bar nos tranquilizamos un poco y empezamos a ver en la TV lo que ya sabíamos.

20 años después no sabemos mucho más sobre lo que pasó aquel día, pero si mucho más sobre nosotros y nuestras elecciones.

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