Las palabras del diputado
nacional peronista Andrés “cuervo” Larroque fueron inesperadas
protagonistas de un día donde se aprobó la ley para permitir el voto a los
menores de 18 años. El diputado de la agrupación kirchnerista “La Campora”, se “robó”
la atención posterior de medios de comunicación –oficialistas y opositores- y
de los partidos y dirigentes políticos al punto de, hablarse más de él y sus
dichos, que de la flamante ley y sus posibles efectos.
¿Qué dijo el “cuervo” Larroque? Pues
una desaforada catarata de adjetivos descalificativos contra las demás
representaciones parlamentarias, en particular, contra la del Partido
Socialista, a quien –injustamente- calificó como “narco socialistas”. Esto provocó
la retirada indignada de los opositores, poniendo en peligro el quórum para
tratar la ley, lo que fue finalmente salvado por la hábil muñeca de Agustín
Rossi.
La histérica reacción opositora
hubiera tenido algún sentido político si con ella se buscaba deslegitimar la ley. Pero
no era el caso. La oposición estaba dispuesta a votarla, como lo han hecho –a
veces unos y a veces otros- con casi todos los proyectos que salieron de las
usinas políticas de la casa de gobierno.
En medio del escándalo, algunos parecían creerse la reencarnación de Alfredo Palacios y solo
les faltó batirse a duelo con el diputado de
sobrenombre córvido, por el honor mancillado. Lo único llamativo es que
socialistas y radicales aun se muestren sorprendidos, como si la actitud de
Larroque fuera la excepción y no la regla. El oficialismo ha degradado a muchos
dirigentes opositores -en el recinto y en los medios- contando con el silencio
de la oposición en general y de la socialista y su Frente progresista, en
particular.
En mi opinión, la diatriba de
Larroque no fue producto de un “exabrupto” o un exceso de alguna sustancia
química (como sugirió estúpidamente Van der Koy en TN), sino de una estrategia calculada. Al
kirchnerismo ya no le sirve una oposición que vote todo lo que propone el
oficialismo. En realidad, Larroque les dijo otra cosa: “no voten más con nosotros!!”, “sean
opositores!!” “apunten al 46% que está
vacante de representación”, y fue eso lo que enervó a la oposición. De ese
modo los opositores light eran expulsados –momentáneamente- del paraiso progresista del 54% que el FAP y la UCR desean desesperadamente integrar
y representar, no solo por ser mayoritario, sino por tragarse el relato K de
que ese es el colectivo de la buena gente.
El viejo Vicente Saadi solía
decir “sino tienes una oposición, hay que crearse una”. Y en estos momentos el
kirchnerismo necesita una oposición, mucho más que votos en el
congreso (que le sobran). Los K necesitan que los opositores dejen de suspirar por perder el electorado “progresista” y
contengan a sectores que amagan con ganar la calle sin ningún liderazgo ni control.
El 8 de Noviembre será la próxima
marcha contra el gobierno luego de aquella primera, numerosa y sorpresiva
manifestación a Plaza de Mayo. Sin líderes (visibles), convocada por las redes
y sin una agenda única, la movilización de la semana que viene será el
colorario para decidir la estrategia de los K ante el 7D, pero también, el
termómetro que mide a una palida oposición que, casi 10 años después del primer
triunfo K, aun no encuentra su lugar.
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