En
el marco de un curso digital organizado por el CITEP,
nos propusieron hacer un ejercicio basado en la mejor pregunta que
hayamos recibido en una clase. La verdad es que no recuerdo o no
sabría responder cuál seria esa pregunta. Sobre todo en la Universidad, donde
vivo la mayor parte de mis experiencias académicas. Pero siempre recuerdo una
pregunta en una clase en un colegio secundario. Ocurrió en el 1° o 2° año de
Historia del Colegio Nacional Buenos Aires, el mismo día que hacía mi primera
práctica docente para aprobar el profesorado de Historia de la Facultad.
La
materia en el colegio era Historia Antigua y Medieval y yo estaba hablando de los romanos. En
eso, una chica levantó la mano y me preguntó si los romanos también
sufrían de anorexia. Yo quede KO. No recuerdo que le respondí. No se si lo
hice racionalmente (es una enfermedad contemporánea bla bla) o mandé la pelota
a la tribuna de alguna otra manera.
Cuando
terminó la clase, la profesora de la materia Didáctica del profesorado de Filosofía y Letras que se encontraba observando y evaluando mi clase, (no
recuerdo su nombre, pero si que trabajaba en la Editorial Estrada) notó el momento de incomodidad y me dijo que no debía preocuparme, que esa chica estaba
pensando conmigo y que debía aprovechar esas ocasiones y no temerles.
Seguramente
mi herencia judeo-cristiana preservó esta anécdota en forma de recuerdo culposo
pero también de aprendizaje permanente.
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