Días atrás se produjo una suerte de debate entre
dos habitués de las redes sociales: Martin Kunik y Quintín (se lo puede
reconstruir desde este link)
sobre los grupos K y anti K que confrontan en Twitter. Resumiéndolo
brutalmente, Kunik fuerza un poco el análisis y se le escapa cierto “vicio
profesional” de politólogo, al conceptualizar un escenario que tiene más de
desagregado que de acción conjunta y sistemática de los actores. Quintín,
mientras tanto, solo da muestra de cierta ironía inconvenientemente mezclada
con falta de clase y, porque no, de educación.
Sin
ahondar más en el tema, quiero detenerme en algo que desde hace tiempo me llama
mucho la atención de Quintín. En reiteradas ocasiones ha enunciado su condición
de peronista. De hecho le encanta estampar a los demás la etiqueta “gorila”
y profesar un peronismo que no sería el de los K, pero sin dar
ninguna precisión de cómo sería ese fenómeno. Mientras
Quintín proclama su peronismo a los cuatro vientos, se muestra hípercrítico de
los K. Particularmente en términos de lo que podríamos llamar el programa
liberal clásico: libertades individuales, de prensa, de pensamiento,
respeto por la división de poderes e independencia de la justicia. Al compañero
Quintín lo pone particularmente loco la intervención kirchnerista en los
contenidos educativos formales.
Al
mismo tiempo, Quintín suele elogiar a Julio Bárbaro (su apellido invita al
chiste fácil, pero dirían que soy un gorila), un impresentable ex funcionario
menemista y K (durante 5 años) devenido en miembro fundador, con Alberto
Fernández, del club de viudas de Néstor. Y es por ello que, entre tanta
ambigüedad y contradicción, resulta difícil saber a cuál peronismo se refiere
Quintín cuando se identifica de esa manera. Cuando alguien le marca esta
situación, apela a la típica estrategia peronista (y de los K en especial) y
sale del entuerto denunciando el gorilismo del otro y cerrando la
discusión (y como a Kunik, bloqueándolo del Twitter) .
Entonces ¿qué clase de peronista es Quintín?
Supongo
a priori que no se identifica con el Perón golpista del 30 ni con el del
43, influido por el fascismo italiano ¿Es Quintín un peronista del 45? Si
bien podemos encontrar muchas cosas positivas en aquel proceso, también hay que
reconocer que las libertades liberales no fueron su fuerte. De hecho, los K
parecen mucho más civilizados cuando recordamos la quema de iglesias, de la
biblioteca socialista, el asesinato de estudiantes de la FUBA o el desafuero y
posterior apresamiento de opositores. Ni que hablar de la intervención en la
educación, cosa ya muy estudiada como para agregar algo más.
Por supuesto que no creo que Quintín se identifique con el peronismo de los 70, de donde el kirchnerismo tomó su base discursiva y su concepción de la práctica política. Si bien admira a Julio Bárbaro, tampoco lo veo apegado a Luder, Herminio, Menem o Duhalde.
En mi opinión, solo está embarcado en la construcción de un personaje. Apenas una estrategia de marketing que lo presenta como un enfant terrible que al proclamarse "peronista", mantiene un último anclaje con la corrección política. Pero, por supuesto, es su vida y son sus ideas y no es asunto de nadie más que de él como las lleva adelante. Estas líneas tomaron a Quintín de ejemplo, solo como una excusa para una reflexión más general que podría sintetizarse en forma de pregunta ¿Hasta qué punto los Kirchner son un evento extraordinario de nuestra vida social y política? Mucho antikirchnerismo furibundo cree que muerto el perro se acabó la rabia y en eso estan, tratando de matar al perro. Sin embargo, mucho me temo que no será tan sencillo.
Por supuesto que no creo que Quintín se identifique con el peronismo de los 70, de donde el kirchnerismo tomó su base discursiva y su concepción de la práctica política. Si bien admira a Julio Bárbaro, tampoco lo veo apegado a Luder, Herminio, Menem o Duhalde.
En mi opinión, solo está embarcado en la construcción de un personaje. Apenas una estrategia de marketing que lo presenta como un enfant terrible que al proclamarse "peronista", mantiene un último anclaje con la corrección política. Pero, por supuesto, es su vida y son sus ideas y no es asunto de nadie más que de él como las lleva adelante. Estas líneas tomaron a Quintín de ejemplo, solo como una excusa para una reflexión más general que podría sintetizarse en forma de pregunta ¿Hasta qué punto los Kirchner son un evento extraordinario de nuestra vida social y política? Mucho antikirchnerismo furibundo cree que muerto el perro se acabó la rabia y en eso estan, tratando de matar al perro. Sin embargo, mucho me temo que no será tan sencillo.
Los K apenas son la forma contemporánea en
que se presentan ciertas creencias e ideas que los argentinos mantienen
mayoritariamente desde la misma sanción de la ley Sáenz Peña y antes
tambien. Esto se observó, reiteradamente, en las cualidades de los líderes elegidos, en el papel del Estado, la visión sobre el mundo y, sobre todo,
en la idea inamovible de una sociedad que no cumplió (ni cumple) con su
destino glorioso por culpa de los demás.
El
discurso "nac&pop" no es un invento kirchnerista, forma parte de
una profunda tradición política y cultural argentina. El 54% votó a los K pero
muchísimos más (gran parte de la UCR, del FAP, la Coalición Cívica y la
izquierda nacionalista) creen en la efectividad de sus políticas y solo
rechazan las altas dosis de corrupción, ineficiencia y autoritarismo con que
las implementan.
Ya lo dijo el General: peronistas somos
todos. Hasta Quintín.
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