
Más allá de valorar el contenido del manifiesto (cosa que seguramente haré en otro post), me sorprendió la gran cantidad de “intelectuales” que firmaban el documento en cuestión. Argentina parece haberse vuelto productora de dos productos que no consume con frecuencia: soja e intelectuales. Y es que la carta es firmada por 750 – autodenominados – intelectuales! Más allá que lo que abunda no daña, la inflación de este tipo de figuras pareciera hacer necesario que reflexionemos sobre el concepto mismo de “intelectuales”. De este modo, se podría tener más clara la definición sobre una categoría que ha generado múltiples debates desde todas las tendencias y disciplinas.
No quiero entrar en el debate sobre la definición de intelectual, que ya ha ocupado muchas páginas de la literatura sobre estudios culturales y políticos. Sin embargo, quisiera elegir tres características que difícilmente pudieran ser discutidas a la hora de definir conceptualmente al intelectual. En primer lugar, un intelectual debe dominar un conocimiento técnico y poseer una capacidad de reflexión asociada y desarrollada por la práctica sistemática de su conocimiento particular. Si esto fuese así, hay que reconocer que entre los firmantes de la carta, la mayoría de ellos parecen ser reconocidos exponentes de sus áreas disciplinares y profesionales.
En segundo lugar, y fundamental para distinguir un intelectual de un buen profesional, es necesario que ese conocimiento este fuertemente vinculado a una practica política o, al menos, se encuentre cruzado por altas dosis de contacto con la realidad social en la que se inscribe. Si esto fuera así, ya se nos caen varios de la lista. A no confundir, un buen critico de cine no se convierte en un intelectual por el hecho de tener algunas posiciones progres (o porque escriba textos sobre el cine francés o sea un especialista en la obra de Raymundo Gleyzer).

Si esto fuera así y esta independencia fuera un elemento importante, la lista ya nos queda más flaca. Primero, porque este gobierno no ha demostrado ser muy proclive a admitir la existencia de diferencias y criticismo en su seno. Segundo, porque al ser empleados (en un sentido literal y no valorativo) del gobierno de turno, muchos de los firmantes no parecen poseer la independencia de criterio necesario para convertirse en la “conciencia crítica” de una sociedad necesitada de voces que manifiestan otras formas de concebir al poder, distintas a las del Gobierno y también a los grupos económicos que se le oponen.
Si bien el precio de los intelectuales en el mercado externo no ha tomado los valores de la soja, bien se les podría aplicar ese chiste tan comun en algunos países donde abunda la comunidad argentina. El mejor negocio es comprarlos por lo que valen y venderlos por lo que creen que valen.
2 comentarios:
pero no habían muerto los intelectuales? me alegra saber que todavía se pueda interpretar el mundo desde una posición genuinamente justicialista
explicacionista: le cuento que me intrigaba desde que llegué a su blog, saber su identidad.. y creo que ahora sé quien es Ud!
Muy bueno tu blog
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